El 1 de junio de 2011, los habitantes de la pacífica ciudad turística costera de Blackpool, al noroeste de Inglaterra, se despertaron sobresaltados por un temblor que si bien registró 1.7 grados en la escala Mercalli y sólo produjo pequeños daños materiales, fue la repetición inquietante de un fenómeno similar de 2.3 grados que había ocurrido en abril, muy cerca, en Poulton-le-Flyde. En la región se encontraba la empresa petrolera Cuadrilla Resources perforando en busca de petróleo mediante la tecnología de fracking (fractura hidráulica). Urgido por organizaciones ambientalistas, el Servicio de Geología británico (BGS) aconsejó suspender las operaciones hasta que una investigación determinara la posible influencia de la perforación en el origen del miniterremoto. Las operaciones de la compañía en el área cesaron sin fecha cierta de reinicio.
En Estados Unidos, el país que cuenta con más perforaciones de fracking, decenas de organizaciones defensoras del medio ambiente se pronuncian contra esa práctica extractiva con abundante documentación, testimonios y estudios de campo. Una rápida mirada a YouTube, poniendo “fracking” en el casillero de búsqueda, despliega decenas de clips, documentales, filmaciones caseras y testimonios fotográficos que abundan en denuncias sobre los efectos negativos para el medio ambiente, la salud y el bienestar de personas y animales. En las oficinas de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) se acumulan las presentaciones de particulares, organizaciones no gubernamentales e inclusive dirigentes políticos solicitando la intervención gubernamental para suspender o, al menos, regular más firmemente ese tipo de explotación hidrocarburífera.
Como en el caso de otras tecnologías o áreas científicas que sensibilizan a la opinión pública y generan intensos debates, como la modificación genética, la energía nuclear y las invasivas tecnologías de la comunicación, el fracking para la extracción de gas y petróleo no convencional ya se ha ganado un lugar prominente en el escenario mediático y político.
En realidad, la técnica no es nueva, nació en 1947 y su aplicación se generalizó a partir de 1949 como un recurso para mejorar y prolongar la vida de los pozos convencionales mediante la inyección de agua y arena con bombas de alta presión. La innovación consistió en que –dado el agotamiento o la declinación de los yacimientos tradicionales– la búsqueda de petróleo se orientó a los yacimientos no convencionales, de esquisto (shale), formaciones de rocas metamórficas de apariencia escamosa que –en determinadas condiciones geológicas– pueden atrapar en su interior gas y petróleo.
partir de la excavación de un pozo madre que desciende a más de 2.000 metros de profundidad, se practican perforaciones horizontales que se alejan hasta 1.500 metros y a través de las cuales se inyectan enorme cantidades de agua (un 95%), arena (4,5%) y productos químicos (0,5%) que fracturan la roca liberando el petróleo y/o el gas. Los fluidos, mezclados con el desperdicio de roca, arena, agua y químicos, se llevan a la superficie donde son separados y almacenados o bombeados a depósitos remotos. Las cantidades de agua que se necesitan, segun cálculos conservadores, varían entre 15 y 30 millones de litros de agua por pozo (dependiendo de cuántas “ramas” horizontales tenga) que llevan entre 80 y 140 toneladas de productos químicos, algunos de ellos cancerígenos o tóxicos como el benceno, éter glicol, tolueno, etc. La eventual liberación aérea de dióxido de sílice importa un riesgo adicional para quienes operan los equipos de perforación. Tan apabullantes como las cifras precedentes son las que dan cuenta de la expansión exponencial del fracking: en 2012 se habían perforado en el mundo 2,5 millones de pozos de los cuales 1 millón estaban en EE.UU. Ya en 2010 el gas shale representaba el 60% del gas producido en el mundo y según la Agencia de Información Energética de EE.UU. (EIA) existen 48 posibles yacimientos ubicados en 32 países, esperando para ser explotados. Los más grandes y prometedores entre ellos se ubicarían en China, Sudáfrica, Polonia, Francia, el Magreb y la Argentina. Es esperable que la asociación de YPF con compañías como Chevron, con los recursos y la tecnología para realizar este tipo de explotación, tenga muy en cuenta los riesgos inherentes y que el Estado ejerza firmemente el control y supervisión necesarios para que, en aras del autoabastecimiento energético, no sacrifiquemos nuestro patrimonio ambiental.
Fuente: Miradas al Sur/ Año 6. Edición número 267. Domingo 30 de junio de 2013