Por Fernando Pittaro
La ONG estadounidense Junior Achievement explica a los alumnos cómo invertir en la Bolsa, manejar cuentas bancarias y hacer negocios. El testimonio de padres y docentes que rechazan su actividad. La Defensoría la consideró “sesgada”.
La ONG estadounidense Junior Achievement explica a los alumnos cómo invertir en la Bolsa, manejar cuentas bancarias y hacer negocios. El testimonio de padres y docentes que rechazan su actividad. La Defensoría la consideró “sesgada”.
Desde hace 20 años, la fundación estadounidense Junior Achievement dicta cursos a más de medio millón de estudiantes de escuelas públicas y privadas de la Argentina. Lo hace en horario de clase, para difundir las bondades de la economía de mercado y la gestión empresarial privada, a través de 22 programas de negocios que se mezclan con la currícula escolar. Según las palabras de uno de sus fundadores, “le hacemos llegar a los chicos algo que la educación tradicional argentina en manos del Estado no ha enseñado”.
La ONG llegó al país durante el menemismo, que declaró a sus programas como de “Interés nacional”, con la misión de despertar en los jóvenes “el espíritu emprendedor que les permita alcanzar sus metas en un marco de responsabilidad y libertad”. Sin embargo, varios especialistas en pedagogía y políticas públicas se mostraron en desacuerdo con la actividad de esta fundación, al igual que los padres de muchos de los alumnos que reciben estos cursos y que, a veces, ni siquiera estaban al tanto del ingreso de estos contenidos pro mercado a las aulas.
La legisladora Adriana Puiggrós, presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados de la Nación, se manifestó muy preocupada ante las consulta de Tiempo Argentino. “Me parece muy grave que entre a las escuelas públicas una fundación privada con su propio mensaje, sea cual fuere. Es la tercerización del discurso pedagógico y de la ideología educativa. Debería haber más controles del Estado”, sostuvo Puiggrós. También agregó que esta actividad viola el espíritu de la normativa nacional, ya que “establece principios y valores que están absolutamente en contradicción con la Ley Federal de Educación al formar pequeños jugadores en el mundo de las finanzas”.
En el mismo sentido se manifestó Pablo Imen, docente e investigador de la UBA, que repudió la injerencia de esta ONG. “La escuela pública debe formar para una participación ciudadana completa, activa y crítica, y en cambio estos programas enseñan a salvarnos solos y a aceptar las cosas tal como están”, señaló Imen, quien consideró “un error gigantesco” en materia pedagógica “que desde los cinco años se piense en un emprendedor y un empresario”.
Para la implementación exitosa de sus programas, Junior Achievement cuenta con el aporte que hacen las empresas en calidad de donaciones, cumpliendo así un doble propósito: formar nuevos consumidores y pagar menos impuestos. De esta forma, los responsables de la entidad consideran que, con la promoción temprana del libre mercado, están contribuyendo a construir un país mejor. Entre los auspiciantes de Junior Achievement se encuentra la mayoría de las grandes corporaciones financieras, industriales, petroleras, hoteleras, mediáticas, alimenticias y de servicios, tanto nacionales como extranjeras.
Y si bien las autoridades escolares están al tanto de la situación, no siempre pasa lo mismo con los padres. Es el caso de Susana R., que envía a su hija de diez años a una escuela pública de la Ciudad de Buenos Aires.
En su entrevista con Tiempo, esta madre contó su experiencia y su indignación. “Me enteré de forma causal –detalló– cuando veo una de las hojas de trabajo que les entregan y me llama la atención el nombre de esa fundación, el uso del lenguaje, donde se le enseña a chicos de quinto grado lo que es un estudio de mercado, cómo ganar dinero, cómo ser un buen empresario.”
Según su relato, las autoridades del colegio nunca les enviaron a los padres una nota anunciando las actividades que iba a desarrollar la fundación. “Es una intromisión inadmisible que estén usando horas de clase y que los contenidos pedagógicos no se sostengan para nada”, se quejó Susana, quien consideró que los responsables de esta ONG “representan el libre mercado, a la patria financiera”, y que “son los mismos que quebraron en dos a este país y ahora vienen a enseñar cómo manejar el dinero”.
El testimonio de esta mamá se escuchó por primera vez en Radio Nacional, cuando el equipo de Investigación de la emisora –encabezado por la periodista Miriam Lewin– la entrevistó para el informe “Junior Achievement, educando al buen cliente”.
A partir de estos hechos, el 2 de noviembre de 2010 un grupo de padres de una escuela pública del Distrito Escolar Nº 9 se presentaron ante la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Ante ese organismo, los padres esgrimieron que la actividad “Más allá del dinero”, auspiciada por “un grupo de instituciones de la banca privada como son el BBVA Banco Francés, el Galicia y el HSBC Bank Argentina SA”, y dictada a lo largo de 12 horas cátedra, generaba “la incentivación del consumo y la promoción de la bancarización, elemento que se agrava por tratarse de niños”. Luego, mediante la Resolución Nº 3546/10, la Defensoría porteña concluyó que la información impartida en esos cursos por Junior Achievement es “sesgada en tanto se presenta a los/as alumnos/as un único esquema de percepción de la realidad social y de aproximación al mundo del trabajo, las finanzas, las empresas, el ahorro, el dinero, el consumo, la educación, la pobreza, la acumulación de riquezas, etcétera”. A modo de recomendación, la entidad aconsejó “confrontar los materiales trabajados en clase con otros que aporten enfoques alternativos (…) a fin de evitar se naturalicen en las aulas modelos excluyentes e idílicos de representación de la realidad social y de funcionamiento del sistema financiero y la sociedad de consumo.”
El programa “Más allá del dinero” se dicta desde marzo de 2010 en ocho escuelas de la Ciudad de Buenos Aires y en distintos establecimientos de las provincias de Jujuy, Salta, Mendoza, Córdoba, Santa Fe y Tucumán. En los folletos explicativos distribuidos por la fundación, se informa que para desarrollar la actividad un voluntario corporativo “estimulará a los más jóvenes a reflexionar y aprender sobre el manejo de cuentas bancarias, oportunidades de negocio, trabajo en equipo, fundamentos de las empresas, toma de decisiones como consumidores inteligentes y práctica ética en las organizaciones”.
A nivel general, la fundación lleva adelante más de 20 actividades, dirigidas a alumnos de entre cinco y 21 años. Uno de los casos más polémicos es el del programa llamado “Nuestro Campo”, destinado a chicos de entre 13 y 15 años y que cuenta con el patrocinio de la multinacional Monsanto, principal productora de semillas transgénicas y del herbicida Roundup, considerado nocivo para la salud. Paradójicamente, con los fondos de Monsanto, la ONG explica a los estudiantes cómo cuidar el medio ambiente y los introduce al concepto de biotecnología, para que puedan comprobar “cómo está presente en nuestras vidas facilitando y mejorando distintos procesos de la naturaleza”. Nada se dice, claro, acerca del efecto negativo que productos como el glifosato causan en la salud.
El propio Cristiano Ratazzi, dueño de Fiat Argentina y presidente de la filial local de Junior Achievement, fue categórico en sus dichos a Radio Nacional. “Monsanto no va a apoyar para que en los cursos se diga que la biotecnología es una mierda”, sostuvo el empresario automotriz, y agregó: “Estoy muy a favor y pienso que está creando avances extraordinarios. En general, las grandes multinacionales tratan de no hacer nada que genere una sensación de toxicidad. La biotecnología es buena para el campo, la conservación, el futuro, y hasta ahora nadie me ha demostrado lo contrario.”
Para la periodista e historiadora francesa Marie Monique Robin, autora del documental La vida según Monsanto, no son buenas noticias que esta corporación se haya metido en las escuelas argentinas. “La fundación Monsanto se creó para promover los transgénicos a través de las becas que dan a estudiantes para lavar la pésima imagen que tienen en el mundo por la contaminación. Además, eso va atado al uso de pesticidas como el glifosato que contamina la tierra, la gente y el agua”, explicó Robin desde París. “No sé qué le van a enseñar a estos muchachos. No entiendo cómo el gobierno argentino ha aceptado este tipo de proyecto”, remarcó la periodista.
Y hay docentes que tampoco lo entienden. Senón Sosa es profesor de teatro desde 1999 y dicta clases en cinco escuelas privadas de la ciudad de Córdoba, todas con subsidio del Estado provincial. En diálogo con este diario manifestó su desacuerdo con este tipo de actividades al considerar que “la educación pública debe ser para formar ciudadanos solidarios y defensores del bien común, y en los eventos de Junior Achievement se presenta lo económico sólo desde la visión de las empresas, donde lo primero es la obtención de las ganancias”. Sosa relató que en esos cursos “en general no se tienen en cuenta las situaciones de desigualdad que genera la sola aplicación de las leyes de mercado”.
El maestro cordobés también recordó que es el Estado el principal responsable de velar por el cumplimiento de la currícula y por mejorar los contenidos. Al respecto, añadió: “Se considera que más días de clases es sinónimo de calidad educativa, pero esta pobre visión es la que ha dado espacio para que organizaciones de este tipo intervengan en educación.”
En similar sentido se expresó Santiago Duarte, maestro de las escuelas 6 y 10 del Distrito Nº 8 de la Ciudad, quien le contó a este diario su experiencia al recibir en el grado a voluntarios de la firma Johnson &Johnson, en representación de Junior Achievement.
“Se supone que venían a impartir educación sexual, pero en el medio del video mostraban una publicidad de una toallita femenina. Me parece que eso retrata de una manera lo que es una empresa en una escuela impartiendo conocimientos”, sostuvo Duarte. Para este docente, “claramente ellos muestran la lógica de las empresas”, que “es muy distinta a la de la escuela, donde nosotros no educamos a los alumnos para que ingresen al mundo tal cual sino para que tengan una visión crítica de la sociedad en la que viven.”
El actual director general de Junior Achievement Argentina, y uno de sus fundadores, es Eduardo Marty, uno de los cuadros del liberalismo más reconocidos en el universo educativo y empresarial del país (ver recuadro). Un verdadero ejemplo del perfil que su ONG busca desarrollar en las escuelas.
“A las empresas –se sinceró Marty en declaraciones a la prensa– les digo que inviertan en que esos chicos comprendan cómo funcionan los mercados, en qué consiste la actividad empresarial, porque si no entienden eso van a pensar que ustedes ganan plata a expensas de la gente y los consumidores, por lo tanto los van a hostilizar y van a hacer imposible su acción o los van a expropiar o los van a matar a impuestos o los van a llenar de regulaciones.”
En ese orden de cosas, para Marty es clave entrar a las escuelas, porque allí está la materia prima a moldear. “Nosotros les decimos a los empresarios que nos ayuden a abrir la ventana, metámonos adentro del sistema educativo y pongamos otro tipo de contenidos”, sostuvo el titular de la ONG, y agregó: “Es tan malo el sistema educativo que en general esto es un shock, un soplo de vida dentro de un sistema que se está muriendo.” Desde su punto de vista, “de golpe chicos pasivos, inactivos, que esperan todo del Estado y que piensan que el destino no está en sus manos ven cómo les enseñás a ganar plata en un período de tres meses”.
Tiempo Argentino se comunicó con los ministerios de Educación de la Nación, la provincia de Buenos Aires y la Ciudad para saber cuál era la postura de cada cartera respecto al desempeño de la fundación en las escuelas de sus distritos.
Sólo respondió el ministerio porteño, a través de un correo electrónico donde manifestó: “Alentamos a los docentes y directivos que buscan formar ciudadanos libres y emprendedores. En esa misma línea, el Ministerio de Educación de la Ciudad firmó en 2010 un Convenio de Cooperación con Junior Achievement Argentina”.
Para Cristiano Ratazzi, “no hay que educar con subsidios inútiles ni con burócratas al servicio del sector público, sino que necesitamos emprendedores que compitan en el mundo entero”. Por eso, aseguró que va a seguir contribuyendo para que la fundación que preside “se desarrolle aún más y que más espíritu emprendedor entre en las escuelas primarias y secundarias de la Argentina”.
Por lo pronto, este mensaje ya le llegó a más de medio millón de chicos a lo largo y ancho del país. Y se corona cada año cuando los pibes del último curso del secundario logran montar su propia empresa, manejan dinero real y hasta venden sus acciones en la Bolsa de Comercio. Algunas veces, logran acuerdos con los shoppings para colocar un stand y allí venden sus mercaderías, que van desde productos artesanales hasta remeras e interruptores de luz.
En la época del pánico generalizado por la Gripe A, a un grupo de chicos se les ocurrió producir alcohol en gel. Y el olfato empresarial no les falló: en 15 semanas facturaron $ 35 mil. Para Eduardo Marty, ese es exactamente el ejemplo a imitar. “Vos comprabas una acción en $ 10 y te devolvían $ 150, en tres meses multiplicaste por quince tu capital”.
Sin dudas, un 10 en especulación. <