Por Leandro Bona
El proyecto de ley enviado por el Poder Ejecutivo al Parlamento titulado: “Protección al dominio nacional sobre la propiedad, posesión o tenencia de las tierras rurales”, que tiene el propósito de limitar la tenencia de tierras rurales en manos extranjeras, no sólo debe abrir un debate sobre la propiedad, sino también sobre la polémica explotación del suelo en Argentina. Desde el punto de vista de la teoría económica ortodoxa, una intervención en el “mercado de tierras” no hace más que distorsionar el libre juego de la oferta y la demanda y generar resultados ineficientes. Así, aplicando los llamados “teoremas del bienestar” y la consecuente mercantilización de los bienes públicos, la visión neoclásica reduce el problema a meros equilibrios matemáticos. Por el contrario, enfoques heterodoxos prefieren estudiar estos fenómenos enriqueciendo el análisis desde las ciencias sociales y sin descuidar su matriz político-ideológica para interpretar los conflictos de clase y poder. La protección de los suelos nacionales actualmente es una respuesta que están dando distintos países de la región a la fiebre especulativa desatada por grandes capitales a nivel mundial. El actual contexto de crisis internacional para los países desarrollados ha intensificado la búsqueda de reservas de valor, dos de las cuales están directamente vinculadas con nuestro país: la minería y la producción y especulación en relación con los commodities. En este último caso, grandes inversores han aprovechado la bonanza de los precios de los alimentos para acaparar tierras cada vez más rentables. ¿En qué consiste el proyecto? La propuesta oficial establece, entre otras cosas: un límite al suelo rural argentino en manos extranjeras (20 por ciento), un máximo de 1000 ha de territorio adquirible por un propietario extranjero a partir de la promulgación de la ley (no de carácter retroactivo) y la creación de un Registro Nacional de tierras rurales y relevamiento catastral y dominial que determine la propiedad de las tierras en nuestro país. Los objetivos alcanzables por la implementación de estas medidas son ambiguos. Si bien se pone un límite a la propiedad extranjera de las tierras rurales, hoy no existen datos que nos permitan dilucidar qué avances o retrocesos se generarían. El porcentaje de tierras en manos extranjeras es actualmente una incógnita, pudiendo alcanzar entre un 10 o un 20 por ciento del total, por lo que el límite propuesto podría avalar la continuidad de las ventas a extranjeros registradas en los últimos años. De ahí que el gran acierto del proyecto sea la creación de un ente que registre la tenencia de la tierra, lo que brindará mejores herramientas al Estado para analizar y aplicar políticas sobre el sector rural. Sin embargo, existen algunos aspectos que el proyecto no contempla y deberían formar parte de la agenda del debate. En primer lugar, al no discriminar entre ejidos rurales, no establece una protección especial sobre zonas geológicas estratégicas como cuencas o acuíferos. En segundo término, el proyecto evita pronunciarse sobre los arrendamientos, desconociendo el papel que éstos juegan en las políticas de los grandes capitales extranjeros. Desde 2011, la firma china Heliongjiang explota 330.000 ha en Río Negro, mientras que capitales de Arabia Saudita se aseguraron la explotación de 30.000 hectáreas (con opción a 200.000) en El Impenetrable chaqueño, ambos para exportar alimentos. Un tercer aspecto se constituye en el más relevante: hasta qué punto el proyecto pone en discusión el modelo de desarrollo del país con relación a la tenencia y explotación del suelo. Atravesamos una etapa caracterizada por una suerte de consenso de los commodities a nivel latinoamericano, que no discrimina entre gobiernos nacional-populares (Argentina), de tendencia socialista (Bolivia) o simplemente de continuidad neoliberal (Chile). En este contexto, el trampolín del desarrollo latinoamericano parece ser la apuesta a la extracción de recursos naturales, dejando de lado las críticas ambientalistas y posdesarrollistas que realizan los movimientos territoriales, de campesinos y de pueblos originarios al denunciar la creciente concentración de la tierra, la fenomenal expansión de la frontera agrícola, la destrucción de los ecosistemas, el desplazamiento de pobladores y las respuestas represivas a las protestas derivadas de las lógicas extractivas. Sin ir más lejos, este año dos miembros de la comunidad qom (Formosa) y uno del MoCaSE (Santiago del Estero) fueron asesinados en disputas por el territorio. Bienvenida entonces la discusión sobre la tenencia extranjera del suelo. El desafío es que la misma se extienda al problema del desarrollo y sus demandas sociales vinculadas. * Lic. en Economía (UNLP). Miembro del Equipo de Economía Política del CECSo y del IEFE.
Página 12 – 5/12/11